(Se ve el salón. Desde fuera de escena se oyen las voces de los ingleses, mientras avanzan hacia el escenario. Mientras, entran en el salón están Carmen y Rogelia)
TREVOR: ¡Buenos días!... ¡BUENOS DÍAS!... Dios mío, estos españoles... ¡Qué mala educación! Ni vienen a recibirnos siquiera.
MARYLIN: Pare un poquitín, señor, que allí hay luz... al menos sabemos que hay gente en esta casa. Esperemos que no sean ningunos salvajes.
TREVOR: Marylin, por favor... no seas tan inculta. Que sean españoles no significa que sean caníbales o corten cabelleras...Tanto leer a ese Verne, te estás volviendo loquísima...
MARGARET: ¿¡Os queréis callar!? Todo el día peleando... Discutes más con ella que conmigo, cariño; me vais hacer pensar mal.
CHARLES: Si nos quedamos aquí nos pueden dar las uvas... ¡Vayamos hacia la luz!
(Los ingleses entran en el salón. Rogelia y Carmen hablan al otro lado del escenario)
ROGELIA: Pues lo que te decía, hija. Que según me ha contado Juan, que le ha dicho Marcos, el panadero, que vio al carnicero hablando con José, que le estaba contando que María, la niña del tendero, se había estado viendo con un hombre casado.
CARMEN: ¡Oy, oy, oy! Desde luego... cómo está la cosa. Pocas quedan tan decentes y puras como nosotras, madre.
ROGELIA: (Mirando al teatro, con cara de extrañada) Eh... verdad, hija. Toma ejemplo de tu madre, que hasta que me casé con tu padre no hubo un hombre que me tocase.
CARMEN: Madre, Dios la bendiga y le dé salud, y que yo siga su camino.
(Los ingleses han estado esperando y escuchando la conversación, algo desesperados. Trevor carraspea varias veces para llamar la atención de las españolas. Finalmente, las Mendoza se percatan de su presencia)
ROGELIA: Dios mío... ¿Ya se encontraban ustedes aquí? Ese servicio que tengo... más vale que me compre monos antes que esto. Bueno, ustedes son los Bellingham, ¿No es así?
TREVOR: No se preocupe, señora, y disculpe nuestros modales. Me voy a presentar; yo soy Trevor Bellignham. Ella es mi esposa Margaret. Él es mi primogénito, Charles. Y ellas dos son mis hijas, Julie y Adele. Y esta es Marylin, nuestra institutriz...
ROGELIA: ¿Ésta es Julí? (La observa exhaustivamente de arriba a abajo) ¡Hija, eres preciosa! Seguro que mi Pepe estará muy contento por conocerte.
JULIE: Y yo también estaré encantada de conocerle, señora.
ROGELIA: Oy, no me llames señora, que ya casi somos de la familia; llámame Rogelia, chiquilla. (Se va a la esquina del escenario y pega un grito para llamar a su hijo) ¡NIÑO! (Dirigiéndose, de nuevo, a los ingleses) Este niño me tiene muerta con la tontería de la vergüenza. Ya es muy grande para ser tan vergonzoso... pero es muy buen chiquillo, así que no tenérselo en cuenta.
(Se hace un silencio incómodo en escena; nadie sabe qué decir)
CHARLES: Rogelia, perdone mi indiscreción, pero... ¿Dónde está Eufrasio Mendoza? Tengo ganas de concerlo en persona.
ROGELIA: Bueno... mi Eufrasio...
(Aparece Pepe, agitado, corriendo)
PEPE: Perdone la tardanza, madre, pero es que estaba buscando a padre y no lo encuentro; no sé dónde se habrá metido ese hombre...
ROGELIA: (Cambiando de tema radicalmente) Pepe, estos son los Bellingham; mira, te los voy a presentar: éste es el patriarca, Trevor; su mujer, Margaret; su hija menor, Adele; su hijo mayor, Charles. Y por último... (Pone cara de ilusión)
MARYLIN: ¡Yo! (Se acerca a Pepe y le da la mano, agitándola de arriba a abajo muchas veces y hablando muy rápido) Hola, me llamo Marylin, y soy la institutriz de los Bellingham. Me gusta mucho leer y leer, aunque mi señor dice que estoy muy loca y que hablo muy deprisa. Dice que digo cosas que no debería decir, pero peor es él, que cuando se pone en el váter sólo sabe maldecir a todos los santos que conoce. Normal, tanta almorrana para tan poco culo...
TREVOR: ¡Marylin! No es a ti a quien se refería la señora (Aparta a la institutriz y empuja a Julie hacia adelante) Se refería a Julie... Ya hableremos tú y yo más tarde.
MARYLIN: (Con tono cómico) Perdone, señor.
(La presentación entre los jóvenes es muy fría. Pepe se intenta acercar a Julie, pero ésta lo evita sutilmente. Por otra parte, Adele se queda embobada en Pepe. Hay un silencio rotundo)
ROGELIA: ¡Bernarda! ¡Eusebia!
(Aparecen las criadas de los Mendoza)
BERNARDA: ¿Quería algo, señora?
ROGELIA: Lleva las maletas de la familia Bellingham a sus respectivas habitaciones.
EUSEBIA: Sí, señora; ahora mismo.
(Las sirvientas se van hacia el montón de maletas)
ROGELIA: Si les parece, pasemos al comedor para tomarnos un té y así hablar de nuestras futuras relaciones, ya que ahora somos familia, como quién dice.
(Aparece Manoli, pegando saltos y haciendo todo tipo de aspavientos. Se acerca a los ingleses y los empieza a oler. Estos muestran caras de desconcierto y terror)
MANOLI: Mami... ¿quiénez zon ezta gente?
ROGELIA: Niña, no molestes cuando hablan los mayores... y vete a buscar a tu padre, anda.
MANOLI: (Mirando los pechos de Adele) ¡Qué bonita erez! Tu novio debe de eztar muy contento contigo... tiene dónde tocar (Manoli hace el gesto con las manos para tocar los pechos de la inglesa)
ROGELIA: ¡Manoli, fuera de mi vista! Que como me hartes... de la mascá que te voy a pegar te vas a volver guapa.
(Manoli hace una pedorreta a su madre y vuelve a sus afanes de cotilla)
MANOLI: (Dirigiéndose a Charles) ¿Cómo te llamaz?
CHARLES: Me... me llamo Charles (Evita que la niña lo toque)
MANOLI: ¡Jo, cómo zudo! Mmm... zí bueno, vale... de acuerdo (Se mete la mano en el axila y se la huele)
ROGELIA: ¡MANOLI! ¡Ay, Dios mío! Vete ya... que te viá' meté una patá en la espalda...
CARMEN: Madre, no se altere, por Dios... ¿No sabe cómo es ella? Además, no es bueno para su salud.
ROGELIA: Tienes razón, hija mía... Disculpen a mi Manoli; no sé lo que le ocurre, siempre ha sido así. Por mucho que lo intentemos remediar, sigue haciendo las misas cosas... ¡No sé qué voy a hacer con ella! Y, para colmo, no le gustan los extraños...
TREVOR: No se preocupe. Charles, de pequeño, también era un diablillo.
(Charles mira a su padre, avergonzado)
CHARLES: Padre... no creo que a estas señoras y a Pepe les ineterese saber mis hazañas de la infancia.
ROGELIA: Bueno, señores, pasemos al comedor. Allí podremos estar más tranquilos y podremos tomar el té mientras hablamos. Seguro que los prometidos desean conocerse mejor
(Se van yendo de la escena todos los personajes. Julie se queda sola y pensativa)
JULIE: Seguro...
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