No sé ni cómo empezar. De hecho, he dejado el título en blanco para ponerlo después, porque no sé qué poner. Escribo esto mientras lleno de lágrimas el teclado de mi ordenador. Pero no. No son lágrimas amargas, son lágrimas de emoción. Porque hoy no es el día de la tristeza... hoy es el día de los recuerdos... de los buenos recuerdos.
Para mí has sido como una segunda madre. Me he criado contigo, viviendo casa con casa. Cuando mis padres trabajaban, tú te quedabas conmigo. Me llevabas a la escuela si era entre semana, y me entretenías si era fin de semana. Me hacías patatas fritas, huevos pasados por agua... y bajabas al canario para que yo comiera tranquilo y estuviera entretenido. Por la mañana, cuando jugaba con mis primos, y venía el panadero, íbamos corriendo hacia ti, con tu talega llena de pan, para que nos dieras regañás. Y luego nos dabas cachitos de pero... a mí con cáscara.
Adoro esos besos que me dabas, que me dejaban sordo el oído. Esas manos frías. Esas gafas grandes que te ponías para leer. Adoro ese delantal de cuadros marrones y blancos que tantos recuerdos me traen. Esa máquina de coser. Esa hornilla donde tanta comida nos has hecho. Te adoro a ti.
Ahora ya no estás... en cuerpo. Pero mientras se te recuerde, seguirás viva... por los siglos de los siglos. Porque querías a tus cinco hijos, a tus trece nietos y a tus dos bisnietos por igual... y habrías querido igual a las dos bisnietas que vienen de camino. Porque tú eras el punto de unión de nuestra familia... y lo seguirás siendo siempre. Quizás ahora nos vayamos a ver menos... pero nos seguiremos viendo. Porque gracias a ti, hay una relación entre todos tus nietos que no se puede explicar... es algo especial.
Cuando entre en tu casa y la vea vacía... mi corazón, seguramente, llore... pero en el fondo sé que no te has ido. Que tu alma sigue en esa casa, sentada en el sofá, comiendo de pie en la encimera, durmiendo en esa cama... tú sigues en nosotros. Y nadie, repito, NADIE te va a olvidar. Por muchos años que pasen.
Para mí has sido como una segunda madre. Me he criado contigo, viviendo casa con casa. Cuando mis padres trabajaban, tú te quedabas conmigo. Me llevabas a la escuela si era entre semana, y me entretenías si era fin de semana. Me hacías patatas fritas, huevos pasados por agua... y bajabas al canario para que yo comiera tranquilo y estuviera entretenido. Por la mañana, cuando jugaba con mis primos, y venía el panadero, íbamos corriendo hacia ti, con tu talega llena de pan, para que nos dieras regañás. Y luego nos dabas cachitos de pero... a mí con cáscara.
Adoro esos besos que me dabas, que me dejaban sordo el oído. Esas manos frías. Esas gafas grandes que te ponías para leer. Adoro ese delantal de cuadros marrones y blancos que tantos recuerdos me traen. Esa máquina de coser. Esa hornilla donde tanta comida nos has hecho. Te adoro a ti.
Ahora ya no estás... en cuerpo. Pero mientras se te recuerde, seguirás viva... por los siglos de los siglos. Porque querías a tus cinco hijos, a tus trece nietos y a tus dos bisnietos por igual... y habrías querido igual a las dos bisnietas que vienen de camino. Porque tú eras el punto de unión de nuestra familia... y lo seguirás siendo siempre. Quizás ahora nos vayamos a ver menos... pero nos seguiremos viendo. Porque gracias a ti, hay una relación entre todos tus nietos que no se puede explicar... es algo especial.
Cuando entre en tu casa y la vea vacía... mi corazón, seguramente, llore... pero en el fondo sé que no te has ido. Que tu alma sigue en esa casa, sentada en el sofá, comiendo de pie en la encimera, durmiendo en esa cama... tú sigues en nosotros. Y nadie, repito, NADIE te va a olvidar. Por muchos años que pasen.
Te quise, te quiero y siempre te querré. Estés donde estés.
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