viernes, 14 de octubre de 2011

"El Éxtasis de Santa Teresa", de Bernini

Bienvenid@s una semana más a la sección de Historia del Arte de “El tesoro de Saunière”. En primer lugar, quiero agradeceros la buena acogida que ha tenido el blog, en parte gracias a la web “La Tertulia de Benacazón” (cuya dirección podréis encontrar en nuestros enlaces) y que nunca pone pegas a la hora de promocionarnos. Como dato objetivo, en nuestra primera semana hemos recibido un total de 326 visitas, y no sólo desde España, sino también desde Estados Unidos, Rusia y Alemania. Por todo ello, ¡gracias!

Y centrándonos ahora en nuestro segundo reportaje, hoy vamos a hablar sobre otra obra maestra. Una obra del escultor Gian Lorenzo Bernini, exactamente sobre El éxtasis de Santa Teresa.

Pero antes, conozcamos un poco mejor a ese tal Bernini. Decir que nació en Nápoles en 1598 y que murió a los 81 años en Roma, y que además de escultor fue arquitecto y pintor. Es considerado como uno de los artistas más destacados del Barroco.

A parte del talento natural que poseía, fue instruido por su padre, Pietro Bernini, también escultor, manierista. Comenzó su carrera con obras que mostraban un profundo respeto y admiración por el arte antiguo y helenístico, y a medida que fue creciendo como artista fue perfeccionando su técnica. Su consagración llega con la relación de cuatro obras, denominadas en conjunto Grupos Borghesianos, en las que trata temas mitológicos y bíblicos.

Yéndonos ahora al campo de la escultura, encontramos que Bernini plasma en sus primeras obras la influencia manierista de su padre y el respeto por los cánones clásicos, hasta la realización de los Grupos, que además de suponer su consagración como artista en Roma, supuso la aportación de su toque personal.

Una de las obras en las que se aprecian todas esas características es la que nos toca hoy: el Éxtasis de Santa Teresa, una pieza realizada en mármol entre 1647 y 1651 y que, actualmente, se encuentra en la Iglesia de Santa María de la Victoria, en Roma. Fue un encargo del cardenal Cornaro para presidir su tumba, mide tres metros y medio y es la mayor obra del barroco italiano.

En ella se representa uno de los momentos que describe la protagonista de la obra, Santa Teresa de Ávila, en uno de sus escritos. Aparece un ángel que tiene la intención de clavarle un dardo de oro en el corazón, y por ello el rostro de la santa contiene una mezcla de dolor y de placer. Toda la escultura, realizada en mármol blanco, se halla dentro de un conjunto impresionante: una ventana encima de Santa Teresa deja pasar la luz, que también alumbra los rayos de sol que se aprecian detrás de las figuras, realizados en bronce. La cúpula de la capilla está pintada representando el cielo, así como las paredes laterales contienen relieves de tamaño natural de la familia Cornaro.

Describir esta obra resulta casi imposible, sobre todo para una persona que, como yo, no tiene los conocimientos suficientes en esta materia. Pero, sin querer adentrarme demasiado en el movedizo y oscuro mundo de la subjetividad, intentaré hacerlo lo mejor que pueda.

Creo que al adjetivo que describe a la perfección la obra es el de apoteósica. Los ropajes, tanto del ángel como de la santa, están tallados de una forma impactante, con oleadas, dando sensación de movimiento, intentando hacer sentir el viento y el terremoto que, en teoría, debió de ocurrir en esos instantes de la transverberación.

La posición del cuerpo y el rostro de Santa Teresa demuestran la intensidad del momento, y la enorme capacidad de Bernini para hacer de un material inerte y frío como el mármol toda una escena teatral, rematada por los rayos bronceados de sol que descienden hasta las dos figuras, y la luz natural que entra desde la cúpula, que la dota de un efecto de claroscuro muy caravaggiano.

Como se suele decir, y como siempre digo yo, una imagen vale más que mil palabras. Yo puedo intentar, torpemente por cierto, describir esta obra. Pero como mejor vais a entender lo que quiero decir es contemplándola vosotros mismos. Sacad vuestras propias conclusiones y, sobre todo, disfrutad, deleitad a vuestros sentidos, que ésa es, al fin y al cabo, la misión de Arte.

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