viernes, 13 de enero de 2012

"El Cristo de los Cálices" de Martínez Montañés

Hoy, en la sección de Historia del Arte, vamos a irnos hasta la capital del Guadalquivir, Sevilla. Para quien no lo sepa, soy un gran cofrade (un gran aficionado a la Semana Santa), y aunque todavía faltan muchos días para el Domingo de Ramos, me gustaría comenzar una especie de tour por las imágenes cofrades de Sevilla. Hoy nos vamos a ir hasta la Catedral hispalense, donde se encuentra uno de los mayores logros de Martínez Montañés, el Dios de la madera. Uno de sus mayores logros, por lo menos, en cuanto a crucificados se refiere. Estoy hablando del Stmo. Cristo de la Clemencia o Stmo. Cristo de los Cálices, como realmente es conocido. 
 
Se trata de un crucificado de los más bellos y perfectos del barroco español;  la obra cumbre -para muchos- del imaginero Juan Martínez Montañés, realizado en madera policromada y con una altura de 1,90 cm. Decir que la policromía no es del autor, sino que es del gran maestro pintor Francisco Pacheco, que fue maestro y yerno de Velázquez.

El autor nos muestra Cristo vivo antes de expirar, con 4 clavos y de una anatomía muy realista inspirada en los modelos clásicos de la escultura. Podemos ver que el cuerpo presenta pocos símbolos de dolor, como por ejemplo en la escasa sangre, en la poca crispación del cuerpo y en la belleza serena que nos muestra el rostro. El paño de pureza es de complicado diseño por su menudo plegado del sudario, de una gran naturalidad y de un gran movimiento. La escultura, por su concepción invita al rezo y al recogimiento.

Se trata de una imagen realizada en el año 1603 para un particular llamado Mateo Vázquez de Leca para su oratorio particular que se hallaba en el Monasterio de Santa María de las Cuevas, de La Cartuja, donde permaneció hasta el año 1836, pasando a la Capilla de los Cálices de la Catedral de Sevilla y años más tarde a la Capilla de San Andrés, donde se encuentra actualmente.

Como curiosidad durante muchos años se le conoció como El Cristo de los Cálices por encontrarse en dicha capilla, y también comentar como curiosidad que llegó a procesionar una vez por las calles de Sevilla en uno de los Santos Entierros Magnos organizados.

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