viernes, 20 de enero de 2012

Escena 2 La bella y el ángel

ESCENA 2
(Aparece Lola conversando con sus amigas Ana, Juana y Cata. Están sentadas en el sofá tomando café)
CATA: Pues mi marido no hace nada. Se lleva todo el día tirado en el sofá, viendo el fútbol y bebiendo cerveza.
JUANA: ¡Estos hombres! El mío es igual, Cata… no hace ni el huevo. ¡Y lo que es peor! No tiene la bondad de agradecerme todo lo que hago por él… ¡Cualquier día me voy y no me va a encontrar nadie!
ANA: ¡Eso os pasa por casaros! Fijaos en mí… libre, independiente, haciendo lo que quiero y cuando quiero…
CATA: Y más sola que la una…
ANA: Dicen por ahí que más vale sola que mal acompañada.
JUANA: ¿Y quién ha dicho que nosotras estemos mal acompañadas?
ANA: ¡Vosotras mismas! No hacéis más que criticar a vuestros maridos como marujas.
CATA: Hombre, Ana… es la costumbre. Yo a mi marido lo quiero mucho, y cuando me casé lo conocía perfectamente. Sabía la vida que me esperaba… y yo la acepté.
ANA: Entonces no te quejes, hija…
JUANA: Nosotros aceptamos esta vida, Ana, así que ese hecho nos da derecho a quejarnos.
CATA: Es como una especie de contrato que firmas cuando te casas.
ANA: Deberíais haber leído la letra pequeña antes de firmar.
(Todas ríen. Lola ha permanecido callada, sonriendo todo el tiempo)
CATA: ¿Y a ésta qué le pasa?
ANA: ¡No le preguntes, que a lo mejor te lo cuenta!
LOLA: ¡Ains!
JUANA: ¿Problemas con Enrique?
ANA: ¡Ojalá! Está que no caga con él…
CATA: ¡Deja a la chica! Está enamorada.
LOLA: Es que es tan distinto, tan atento, tan romántico. Creo que casarme con él ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida.
JUANA: Tranquila, cuando lleves un par de años más se te pasa.
CATA: No le hagas caso, Lola. Si los dos ponéis de vuestra parte, estaréis enamorados hasta el final de vuestros días.
ANA: ¡Venga ya, Cata! Eso no se lo cree ni la Cenicienta…
CATA: A ti lo que te hace falta es un novio que te atonte, a ver si así te callas un poquito.
ANA: Yo también te quiero, guapa. (Lanza un beso a Cata, bromeando)
LOLA: Desde luego, cómo sois, eh… ¡Todo el día peleando!
JUANA: Y bueno, querida… ¿Tan distinto es de los demás hombres?
LOLA: ¡No sabes cuánto! Ayer, por ejemplo, cuando llegó de trabajar, me quiso ayudar con las cosas de la casa.
CATA: Igualito que mi marido…
JUANA: Tienes mucha suerte, querida. No lo dejes escapar.
LOLA: Por supuesto que no. No estoy dispuesta a perder al hombre de mi vida.
(Aparece Enrique, que llega de trabajar con el mismo maletín de siempre. Trae cara de enfado. Lola se levanta para recibirlo)
LOLA: ¡Hola, mi vida! ¿Qué tal el día?
ENRIQUE: Lola… me gustaría hablar contigo a solas, si es posible. (mira a las amigas)
LOLA: ¿Ocurre algo?
ENRIQUE: Lola, por favor…
LOLA: Vale… vale, cariño. Chicas, ya continuaremos nuestra charla en otro momento.
ANA: Venga, guapa. Luego hablamos, ¿va?
JUANA: ¡Chao!
CATA: Hasta luego, Lola. Adiós, Enrique.
(Las amigas se van de escena. Lola y Enrique se sientan en el sofá)
ENRIQUE: Lola… las cosas en la empresa no van bien.
LOLA: ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
ENRIQUE: Están llevando a cabo una reducción de personal, y me temo que mis días allí están contados.
LOLA: ¿Qué te hace pensar eso? Eres uno de los mejores trabajadores que tienen. No pueden prescindir de ti.
ENRIQUE: ¿Qué no pueden? Claro que pueden, Lola. No creo que dure más de tres días. Hoy mismo han despedido a Fran… y yo no sé qué vamos a hacer como me despidan. A ver cómo pagamos la hipoteca, y el coche…
LOLA: Venga, cariño, no dramatices. No es seguro que te vayan a despedir, y si es así, pues ya saldremos adelante.
ENRIQUE: ¿Y puedes decirme cómo?
LOLA: Pues… ya veremos. Buscarás otro trabajo, o si no trabajaré yo. Sea como sea, saldremos adelante.
ENRIQUE: Me gustaría confiar en ti, Lola…
LOLA: ¿Y por qué no confías? Sé que tú eres capaz de todo porque no pasemos dificultades. Sé que me quieres. Sé que saldremos adelante.
ENRIQUE: ¡Qué sabrás tú! ¡No tienes ni idea de lo difícil que está ahora el mundo del trabajo! ¿Te crees que es llegar y besar el santo? Pues estás muy equivocada.
LOLA: Perdona, cariño… sólo intentaba animarte.
ENRIQUE: Lo único que puede animarme ahora es dormir y taparme la cabeza.
(Enrique se levanta del sofá y se va de escena. Lola se queda pensativa por la mala contestación de su marido. En ese momento, aparece Ana)
ANA: Perdona, Lola, pero no he podido evitar escuchar la conversación. Estas paredes hoy las hacen de papel.
LOLA: No te preocupes, Ana.
ANA: ¿Qué ocurre, Lola?
LOLA: Enrique dice que le quedan pocos días en la empresa, que lo van a despedir. Lo he intentado animar, pero me ha contestado de muy mala manera y se ha ido a dormir. Nunca me ha hablado así, Ana.
ANA: No le des importancia, mujer. Habrá tenido un mal día. Verás que cuando se despierta ya está de otra manera.
LOLA: Pero es que no entiendo por qué ha pagado conmigo el cabreo que traía.
ANA: Querida… tarde o temprano te darás cuenta de que todos los hombres son iguales. Luego vendrá pidiéndote perdón, pero cuando actúan así no piensan. Tienen suerte de que las mujeres tengamos la infinita capacidad de perdonar.
LOLA: Pero él no es igual que los demás…
ANA: Hazme caso, Lola… TODOS iguales. No se salva ni uno. Por eso yo sigo soltera. (Coge de la mano a Lola para tranquilizarla) Ahora en serio, querida; no le des importancia. Verás como todo sale bien.
LOLA: Eso espero, porque bastante tengo ya con hacer las cosas de la casa como para tener que ponerme a trabajar fuera.
ANA: Bueno, Lola… me voy. Ya hablaremos. Y no te preocupes, ¿vale?
LOLA: Vale, Ana. Gracias.
ANA: Sobran.
(Ambas se levantan del sofá y se despiden con dos besos. Lola se vuelve a sentar, resoplando)
(La luz se va durante unos segundos. Durante esos instantes, se oye un aleteo. Al momento, vuelve la luz)
LOLA: ¿Qué ha sido ese ruido? ¿Enrique?
(Lola se levanta e investiga qué ha podido ser ese ruido. Al no encontrar nada, se marcha de escena).

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