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viernes, 13 de enero de 2012
Escena 1 La bella y el ángel
Buenas tardes-noches a todos.
Aquí os dejaré de ahora en adelante las diferentes escenas de las que se compone La bella y el ángel, que espero que os guste muchísimo.
ESCENA 1
(Aparece Lola limpiando la casa con un cepillo y un recogedor. Está vestida con ropa normal, un delantal y lleva un moño en el pelo. Canturrea)
LOLA: (mira su reloj de pulsera) ¡Hay que ver! Las dos de la tarde y mi marido que no viene… y ya estoy yo con las carnes abiertas. Debería de haber llegado hace media hora, y no creo por nada que haya atasco, porque nunca le pilla…
(En ese momento aparece Enrique, que va con un traje y un maletín. Trae cara de cansado. Lola se acerca a él para recibirlo)
LOLA: ¡Menos mal, cariño! Me estaba empezando a preocupar… ¿Por qué llegas tan tarde?
ENRIQUE: Mucho papeleo en la oficina. Mi jefe me ha tenido hasta hace poco firmando informes y cosas así… pero por fin estoy en casa, contigo.
(Enrique coge a Lola de la cintura y la besa en la mejilla)
LOLA: ¿Y cómo te ha ido el día a parte de ese papeleo?
ENRIQUE: Como siempre, cielo. Un aburrimiento… si no fuera por Fran; no sabes cómo es. Es un cachondo, el tío. Todo el día contando chistes y riendo.
LOLA: Tengo ganas de conocer ya a ese Fran; no haces más que hablar de él.
ENRIQUE: Algún día te prometo que lo traeré a cenar, para que pruebe tus deliciosos postres.
LOLA: Bah, exageras. No están tan buenos.
ENRIQUE: ¿Qué no? Esos postres tienen el elixir de la vida, cielo.
LOLA: Anda, anda… pelota. Si sabes que esta noche también los vas a comer; no hace falta que me pongas por las nubes.
ENRIQUE: ¿En las nubes? ¿Se te ha perdido algo a ti en el cielo? ¿Conoces a alguien?
LOLA: Claro que conozco a alguien en el cielo. Se llama Enrique Pérez, y es el hombre al que amo.
(Enrique la abraza. Lola ha estado todo el tiempo barriendo, parándose para contestar a su marido. Cuando la suelta, ella sigue a lo suyo)
ENRIQUE: ¿Y a ti, cielo? ¿Qué tal el día?
LOLA: Pues estoy muy cansada, cariño. Esta casa da mucho trabajo, aunque no lo parezca.
ENRIQUE: ¿Sí? ¿Tan cansada estás?
LOLA: No te imaginas cuánto.
ENRIQUE: Pues venga, corre a descansar. Ya me encargo yo de terminar de barrer esto.
(Enrique hace el amago de quitarle el cepillo a Lola, pero ésta lo aparta al otro lado para que Enrique no llegue)
LOLA: Anda, anda… no seas tonto. Corre a almorzar, que hay paella.
ENRIQUE: Venga mujer, no te hagas de rogar. Corre y te tiendes un rato, y descansa, que te lo mereces.
LOLA: A quien no me merezco es a ti…
ENRIQUE: Claro que no; te mereces algo más.
LOLA: ¡Qué tonto eres! Venga, corre y almuerza.
ENRIQUE: ¿No me vas a dejar que te ayude?
LOLA: Que no hace falta, cariño. Si ya me queda muy poco… mañana si quieres me ayudas, ¿vale?
ENRIQUE: Como quieras, cielo. ¡Pero friego yo, eh!
LOLA: (sonriendo) ¡Sí, señor!
(Enrique se va de escena. Lola, terminando de barrer, se sienta en el sofá y coge un periódico. Se pone a leer en voz alta)
LOLA: “Un marido mata de un tiro a su mujer tras una discusión. La víctima había presentado ya dos denuncias por malos tratos. Los vecinos declaran que era previsible que esto pasara, y piden responsabilidades a la policía por haber ignorado esas denuncias”.
(Lola suelta el periódico, y comienza a hablar sola)
LOLA: De verdad, no entiendo cómo puede haber hombres capaces de semejantes barbaridades. Matar de un tiro a la mujer que en otro tiempo, seguro, amó. No entiendo cómo puede haber hombres que tengan tanto desprecio hacia las mujeres… ¿Acaso olvidan que fue una mujer la que le dio la vida? Matan a su esposa, pero podrían estar matando a su madre, a su hermana… o a su hija. Pobres desgraciadas… incapaces de levantar la voz. ¿Por qué no se van a la primera bofetada? ¿Por qué aguantan? ¿Por qué se empeñan en que sus maridos cambiarán cuando saben que no es así? Gracias a Dios mi marido es diferente… me quiere ayudar con las cosas de la casa, me trata como a una princesa… y me quiere. Se lo noto en los ojos… yo nunca correré esa suerte. (Se levanta del sofá) Soy una mujer afortunada.
(Enrique aparece de nuevo en escena. Anda sigilosamente y abraza por detrás a Lola, que se sorprende)
ENRIQUE: ¿Con quién hablabas?
LOLA: Con nadie… hablaba sola.
ENRIQUE: ¿Sola?
LOLA: Enrique… ¿por qué hay hombres que matan a sus mujeres?
ENRIQUE: Porque no son hombres, Lola… son monstruos. Son seres sin corazón, capaces de matar a personas que incluso le dieron la vida a ellos, o a sus hijos.
LOLA: Enrique, tú… nunca…
ENRIQUE: ¡Por Dios, Lola! ¿Cómo piensas que yo pudiera hacerte algo así? ¡Jamás se me ocurriría ponerte una mano encima! Eres mi esposa, y te quiero.
LOLA: Ya lo sé, Enrique. Perdóname, no sé que se me ha pasado por la cabeza…
ENRIQUE: No hay nada que perdonar, cielo. Pero quiero que sepas que yo nunca te haré daño. Me lo haría a mí mismo antes que hacértelo a ti. ¿Me oyes?
LOLA: Sí, cariño.
ENRIQUE: Tengo la suerte de estar recién casado con una mujer maravillosa… ¿Me crees tan tonto de desaprovechar esa oportunidad?
LOLA: Claro que no, cariño. Yo también soy muy afortunada de estar casada contigo.
ENRIQUE: ¿Recuerdas cuándo nos conocimos?
LOLA: Hace mucho tiempo de eso, pero cómo olvidarlo…
(Ambos sonríen mientras Enrique lo recuerda)
ENRIQUE: Tú estabas bailando con tus amigas en la feria. Fui a pedir otra copa, y entonces tropezaste conmigo. ¡Me pusiste perdido! Me pediste perdón… unas mil veces, y yo sólo podía decirte que no pasaba nada. ¡Te pusiste a llorar!
LOLA: ¡No me lo recuerdes, qué vergüenza!
ENRIQUE: ¿Por qué?
LOLA: Pues porque me comporté como una niña: primero te derramo la copa en la camisa, y luego me pongo a llorar…
ENRIQUE: No… que por qué empezaste a llorar. Llevo preguntándotelo desde entonces, y nunca has querido responderme.
LOLA: Supongo que sería por los nervios… yo estaba súper enamorada de ti, ¿sabes?
ENRIQUE: Pues entonces tuviste suerte aquella noche. Recuerdo que para que te tranquilizaras te invité a otra copa y nos fuimos a un pequeño parque con columpios. ¡Estabas tan nerviosa!
LOLA: ¡Y tú te aprovechaste de mí! ¡Me besaste sin previo aviso!
ENRIQUE: Es que te vi tan inocente, tan… hermosa… que no me pude resistir.
(Lola da un pequeño puñetazo en el pecho de Enrique, bromeando)
LOLA: ¿Y ahora no me ves inocente? ¿No me ves hermosa?
ENRIQUE: Te veo tal y como te veía aquella noche. Guapísima.
(Lola toma de la mano a Enrique y ambos se van de escena)
Hasta la próxima.
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